Siempre he querido titular un artículo con un bait de este tipo y me he dicho: ¿por qué no darme el gustazo de inaugurar 320kbps con uno? Especialmente cuando es muy probable que me salga rana (no merecería menos, en realidad) porque pudiera parecer que me refiero al reciente bochorno protagonizado Perry Farrell al tratar de agredir a Dave Navarro en el escenario durante la gira de Jane’s Addiction (noticia, por cierto, que es necesario complementar con el artículo que les han dedicado en la satírica The Hard Times).
Pues no, no vengo a hablar de Jane’s Addiction. Quiero dedicar mi primera entrada como tal a compartir uno de mis vídeos favoritos de YouTube. Un vídeo muy especial porque es, como el título indica, un ilustrativo documento gráfico que muestra a una banda saltando por los aires. En plena actuación. Y por la tele.
Hay pocas, muy poquitas cosas que envidie de los estadounidenses, pero sin duda una de ellas es el protagonismo que han otorgado siempre a la música en directo en televisión.
Hubo una época en España en la que no teníamos nada que envidiarles, fundamentalmente por la amplia oferta que Televisión Española ponía al servicio de los telespectadores durante sus primeras décadas de vida. Programas como La edad de oro, Tocata, Cantares, Aplauso, Rockopop o Música Sí forman parte de una larga lista de programas que ofrecían semanalmente actuaciones musicales de artistas nacionales y extranjeros. Lamentablemente, con la llegada de talent shows como Operación Triunfo, esa oferta se fue reduciendo y acotando a actuaciones de los concursantes de turno. Las cadenas privadas tampoco han querido nunca apostar por estos formatos. Con pocas excepciones, Los Conciertos de Radio 3 a altísimas horas de la madrugada quedaron como último reducto para ver bandas en directo en televisión.
Algo que en Estados Unidos ha sido poco menos que una tradición sagrada. Los late nights presentados por gente como David Letterman, Jimmy Kimmel o Conan O’Brien nos han dado actuaciones míticas de muchos de los grandes artistas y grupos de los últimos 35 años sobre el escenario de sus platós. En 320kbps volveremos a muchos de esos vídeos, algunos de ellos entre mis favoritos de siempre. Y el que nos trae hoy hasta aquí es el de la mítica actuación de At the Drive-In en Late Night With Conan O'Brien en pleno año 2000.
Pero, al menos esta vez, el vídeo lo voy a dejar para el final porque es uno de esos casos en los que el contexto es importante. At the Drive-In se formó en El Paso, Texas, en 1993 y durante los años 90 se granjearon cierta reputación en los círculos alternativos gracias a su acercamiento visceral al post-hardcore que bandas como Fugazi o Drive Like Jehu abanderaban en aquellos tiempos. Con un debut (Acrobatic Tenement, 1996) que pasó bastante desapercibido, la gran oportunidad les llegó tras editar un par de buenos EPs y un segundo álbum, IN/CASINO/OUT (1998), con el que empezaron de verdad a llamar la atención.
El 2000 fue el año de la explosión para la banda, en todos los sentidos. En enero, entraron al estudio junto al afamado productor Ross Robinson para registrar su tercer disco, Relationship of Command, que aparecería el 12 de septiembre con la colaboración de Iggy Pop en el single ‘Rolodex Propaganda’ y una colección de canciones que incluía pelotazos como ‘Arcarsenal’ o la canción que nos ocupa, ‘One Armed Scissor’.
El disco fue un éxito inmediato de crítica y público y supuso un impacto innegable en un género que se había mantenido mayormente lejos de los focos, hasta el punto de abrir el camino del mainstream a bandas como Thursday o Thrice. Un álbum enérgico al que se le pueden sacar pocos defectos y en el que destaca el brillante trabajo de Omar Rodriguez-Lopez a las seis cuerdas y la personalidad del vocalista Cedric Bixler-Zavala. Pero su lanzamiento significó también el principio del fin.
Así es como llegamos a esa noche del 31 de octubre de 2000 en la que At the Drive-In se presentan en el programa de Conan O’Brien para presentar el primer single de Relationship of Command, ‘One Armed Scissor’. Y el vídeo de esa actuación es el testimonio de cómo, tan solo un mes y medio después de la salida del disco que les catapultó a la fama, la banda estaba ya en plena descomposición. La evidencia de unos problemas que prosiguieron con un accidente de tráfico en enero del año siguiente, una polémica actuación en Australia donde Cedric se enfrentó al público poco después por hacer moshing y la cancelación de las últimas fechas de la gira europea que tenían prevista antes de anunciar su separación en marzo de 2001.
Con el tiempo se supo que el ambiente en el seno de la banda se empezó a enrarecer porque los ya mencionados Omar y Cedric, inmersos además en una etapa de abuso de sustancias de todo tipo, entendían que su desbordante creatividad estaba siendo desaprovechada en una banda de hardcore punk más o menos al uso. Diferencias creativas y un estilo de vida, digamos, problemático que probablemente no encajaron muy bien el resto de miembros: Paul Hinojos (bajista), Tony Hajjar (batería) y, sobre todo, a un Jim Ward (guitarra y coros) que décadas después aún no ha querido retomar el contacto con sus excompañeros.
Este vídeo es el documento de una banda implosionando en directo, partida por la mitad: dos de sus miembros, pasadísimos de vueltas, orbitando Neptuno a su bola en pleno viaje lisérgico; los otros tres, aguantando buenamente el chaparrón de asistir en primera fila al cataclismo que acabaría con el proyecto de su vida en la cúspide de su éxito. El final de la actuación, con Cedric y Omar abandonando el plató mientras sus compañeros se quedan en el escenario sin saber muy bien dónde meterse, delata a quienes querían quedarse en el grupo y a quienes no. La cara de Jim Ward es un poema, pero, pese a todo, la actuación es un espectáculo rebosante de actitud y energía que da buena cuenta del grupazo que eran. Ahora sí, ha llegado el momento de comprobarlo.
Apenas cinco meses después de la salvaje aparición, la banda comunicó un hiato indefinido que duró hasta su breve reunión en 2016, ya sin Ward, durante la que editaron su cuarto disco In•ter a•li•a (2017) y dieron una serie de conciertos que fueron criticados por la aparente apatía de la banda. Pero hasta ese momento habían pasado otras muchas cosas, y no precisamente anecdóticas.
Omar y Cedric cumplieron su deseo de desencadenar su creatividad, ya despojada de los corsés estilísticos de At the Drive-In, formando The Mars Volta, una excitante banda de rock progresivo que pasa por ser una de mis favoritas de siempre y en la que demostraron una versatilidad e imaginación con pocos rivales durante el resto de la década. El dúo emprendió más tarde otros proyectos, como una banda de rock más convencional llamada Antemasque con la que solo editaron un disco homónimo en 2014. Por no hablar de las decenas de discos en solitario de Omar, para los que Cedric ha prestado a menudo su voz.
Por su parte, Ward, Hajjar e Hinojos formarían Sparta inmediatamente después de la separación para tratar, sin éxito, de alargar el legado de su antigua banda. Aunque tienen en su haber discos interesantes como Wiretap Scars (2002) o Porcelain (2004), sin el talento de sus dos locos excompañeros su música nunca llegó a las cotas de genialidad de aquel Relationship of Command, no digamos ya de popularidad. En 2006, Paul Hinojos cambiaría de chaqueta para enrolarse en The Mars Volta junto a sus excompañeros y, a día de hoy, solo Jim Ward sigue en el proyecto.
Así fue el final, ni aunque fuera pasajero, de uno de los proyectos más influyentes para el post-hardcore de la primera década de este siglo (bandas como Underoath, The Fall of Troy o La Dispute reconocen su legado). Un relato, como tantos otros, sobre el reto de gestionar la fama repentina y lidiar (o no) con las adicciones dentro de un grupo humano a menudo tan disfuncional como una banda de música. Pura historia del rock.