El trágico final de una banda legendaria
Un accidente en medio de la nada acabó con la carrera de una de las mejores bandas del país.
Es 2 de agosto de 2007. Una furgoneta circula por la angosta carretera que une Moscú con Minsk, flanqueada a ambos costados por los típicos bosques de coníferas de la Europa del Este. En su interior, cinco chicos gallegos rememoran el intenso concierto que ofrecieron la noche anterior a una entregada audiencia en la capital rusa mientras se dirigen a la siguiente parada de su gira. Nacho, Silvia, Mejuto, Hugo e Iván. Solo han pasado tres años desde que se formó la banda, pero ya les quieren ver tocar hasta en los más remotos lugares del Viejo Continente. Ese día, sin embargo, la furgoneta no llega a su destino y la extensa gira europea nunca llegará a completarse.
A principios de este siglo, Galicia fue cuna de una incipiente escena autóctona que reinventó algunos de los sonidos más crudos del punk. La modernización del sonido crust que habían llevado a cabo bandas como His Hero Is Gone o Tragedy arraigó bien en aquellas tierras. Lo llamaban neocrust y abría todo un mundo de posibilidades más allá del clásico ritmo d-beat a toda pastilla.
Tomando influencias del metalcore, el death metal o el screamo, varias formaciones gallegas dieron una nueva dimensión al género y consiguieron abrir un pequeño circuito que llegó a ser uno de los polos del underground español. Grupos como Disappointment, Black Panda, Hongo, Madame Germen o los increíbles Ekkaia no solo eran respetados en nuestro país, sino que llamaban la atención más allá de nuestras fronteras.
En ese efervescente entorno, y tras la experiencia adquirida ya en otras bandas de la escena, seis amigos de Lugo decidieron poner en marcha en 2004 su proyecto más ambicioso. La criatura se llamaría Ictus y su misión consistiría en explorar los límites de todos esos sonidos todo lo lejos posible. El objetivo: crear una especie de ópera hardcore, o lo que es lo mismo, la prima anticapitalista, antiimperialista y ecologista de la ópera rock.
La formación original no tardaría mucho en dar sus primeros frutos. Ya en 2005 ponen en la calle Hambrientos de un sol distinto, un primer disco autoeditado que deja desde el principio bien claras sus intenciones. Seis temas que se suceden sin respiro, cada uno conectado con el siguiente, y en el que ya aparecen las épicas composiciones por las que serían recordados; dos de ellos ya superan los siete minutos de duración. Un debut prometedor de sonido abrasivo y lacerante acompañado de duros textos gritados a pleno pulmón.
Eso sería solo el principio. Pese a tener que afrontar distintos cambios de formación, durante el año siguiente consiguen llevar su propuesta un paso más allá. Fieles a su compromiso con la filosofía DIY, la banda se asocia con Okban (KTC, 2006) y This Thing Called Dying (Alerta Antifascista, 2006) para publicar sendos splits, aquellos lanzamientos conjuntos que permitían a sellos y bandas compartir costes. Es entonces cuando empiezan de verdad a desplegar su verdadero potencial.
Sorpresivamente, Ictus deciden entregar solo una canción para cada uno de esos dos vinilos y sus correspondientes caras marcan un nuevo nivel de ambición. Los 12 minutos de ‘Los restos de la esfera’ y los 16 de ‘Sed de venganza’ muestran una mayor madurez compositiva, con sucesiones de riffs certeros y una sección rítmica atronadora. Su sonido evoluciona metalizándose aún más, aunque sigue reteniendo esa urgencia propia de sus inicios, y las letras vuelven a poner el punto de mira sobre las fallas del sistema económico hegemónico. Son dos temas monumentales, íntegramente disfrutables y dignos de la antología de cualquier banda del estilo. Pero lo mejor estaría aún por llegar.
Una aldea gala(ica) contra el Imperio
Su segundo larga duración, ‘Imperivm’ (Underhill/Alerta Antifascista, 2007), irrumpió en el panorama underground estatal como un tsunami. Ictus triplican su apuesta con un único tema que roza los 40 minutos de duración, locura que les consagraría como una de las bandas más importantes de la época. Ya como quinteto, lo que hicieron Ictus en esta megaconstrucción es difícil siquiera de igualar, un épico tour de force que atrapa desde el mismo momento de pulsar play. Tras eso, no queda otra que quedarse hasta el final.
Lo primero que sorprende de ‘Imperivm’, la canción, es la brutalidad del ataque con que la banda nos da la bienvenida. No han sido pocos los que se han atrevido a grabar temas así de largos, pero habitualmente estos comienzan con un build-up más o menos extenso que nos introduce progresivamente en la escucha. Aquí, Ictus nos caen encima nada más empezar con un carrusel de riffs que pivotan hacia el metalcore o el death metal de tradición sueca a un ritmo vertiginoso.
Desde el principio, la intensidad y la energía nos hacen presa de una banda que no nos suelta hasta superar el primer tercio del minutaje. Lo mejor de esta primera parte es que, a pesar de lo extenuante, es terriblemente adictiva gracias a la simbiosis de las dos guitarras, que se complementan a la perfección en un continuo diálogo. El tema se construye a partir de una serie de riffs entrelazados que podrían justificar la división en distintos cortes, pero la velocidad a la que se suceden no deja de empujar la escucha hacia adelante.
La producción cristalina y la perfecta ejecución de cada riff, a cual más contundente y definitivo que el anterior, acompañado de una sección rítmica apabullante no hace más que acentuar la brillantez de este proyecto. Lejos de aburrir o cansar, este primer tramo abre el apetito y despierta el interés por saber qué pasará después. Lo único capaz de distraerme de la escucha de ‘Imperivm’ es pensar en lo agotador y doloroso que debe de ser tocar esto del tirón.
Tras una breve sección instrumental que ofrece unos momentos de respiro, la banda retoma el asalto eléctrico con una parte central más progresiva, donde las ideas se desarrollan y evolucionan. Es aquí donde se encuentra el momento más memorable del disco, ese alegato en clave de spoken word que repasa las atrocidades cometidas históricamente por Estados Unidos, el imperio al que hace referencia el título. Un crescendo que culmina con ese desgarrador “¿Cómo podríamos perdonar?” que siempre me estremece.
La corona la pone el anticlimático final en clave de post-rock que mira de tú a tú a los grandes referentes del género. Los escombros que quedan tras la destrucción, un pasaje evocador que contrasta con todo lo anterior y nos da aire para tratar de procesar lo que acabamos de escuchar: uno de los discos más ambiciosos, excepcionales y espectaculares que se hayan publicado nunca en España. Un logro rotundo cuyo impacto resonó en todo el continente. Y precisamente eso sería lo que acabara tristemente con su carrera solo unos meses después.
Un mundo contra nosotros
Fue en esa maldita carretera que une Moscú y Minsk, aquel fatídico 2 de agosto de 2007, cerca de una pequeña localidad llamada Krupki. Un vehículo que circulaba justo por delante de aquella furgoneta dio un frenazo inesperado y, al tratar de evitar una colisión, esta se salió de la vía dando varias vueltas de campana antes de yacer volcada en un maizal. En un campo de Bielorrusia, a miles de kilómetros de casa, acababa antes de tiempo la última gira de Ictus, la que les llevó a recorrer Europa.
La ola de solidaridad no se hizo esperar. Era aquella una época en la que los MP3 volaban por programas de compartición de archivos P2P y páginas de descargas, muchas de ellas de Europa del Este. Uno todavía se acuerda de cómo se escribe “descargar” en ruso. Es posible que así fuera como en aquellas lejanas tierras supieron de Ictus y otras muchas bandas, tejiendo una red de apoyo que sin duda ayudó a que la tragedia no fuera aún peor. Pronto, fans de todo el continente pusieron en marcha una colecta para ayudarles a sufragar los gastos médicos.
Las últimas noticias nos llegaron desde un hospital de Minsk, donde la banda se recuperaba de heridas de diversa consideración. Nacho, el vocalista, fue de los menos afortunados, con varias costillas rotas. Pero la peor parte se la llevó Mejuto, el batería, que no ha podido volver a andar. Desde entonces, Ictus han quedado en el recuerdo de quienes les escuchábamos como una banda legendaria, y como ejemplo de lo jodida que puede llegar a ser la vida.
“Es un mundo contra vosotros”, sonaba uno de los versos más claramente inteligibles de aquel ‘Imperivm’ dedicado a la (pre)potencia norteamericana. Pero la realidad es que es más bien un mundo contra nosotros, los de abajo, los que soñamos porque es lo único que nos podemos permitir. No dejo de pensar en que si Ictus hubiera sido una banda sueca, o islandesa, o de cualquier país donde se da a la música el respeto que merece sin importar cómo de estridente suene, quizá habrían tenido un bus de gira con su chófer y todas las comodidades. Pero eran de Galicia, en este país nada merece la pena si no llena los bolsillos de los de siempre, y aun así consiguieron llevar su música hasta los confines de Europa. Valientes.
La vida siguió su curso, pero el grupo ya era historia. Aunque Silvia, la bajista, dejó aparentemente de tocar en bandas, el resto del grupo ha seguido persiguiendo sus inquietudes artísticas. Ya recuperado, Nacho acabó yéndose a vivir a Noruega y poniendo su voz a Hombre Malo, donde coincidió con miembros de ilustres formaciones como Okkultokrati o The Sons of Saturn (una de las joyas menos reconocidas de la increíble escena emo francesa). El guitarrista Hugo formó Guerrera, banda de rock psicodélico que dio que hablar en su momento y que fue precursora de los actuales Moura, aún en activo. El otro guitarra, Iván, se embarcó en nuevos proyectos como El Ego, Khmer y su propio estudio de grabación llamado Kollapse, que se estableció primero en Madrid y ahora sigue muy activo en Lugo grabando a bandas buenísimas como Svdestada o Tenue. También Mejuto sigue en el mundillo con su propio estudio en A Coruña, La Cortina Roja (LCR), donde ha trabajado con bandas de la talla de Bala.
Esta es la historia de la que fue una de las bandas más importantes y respetadas de su escena en toda Europa. Aun así, muchos nunca llegaron a conocerles y otros pocos nos quedamos con las ganas de saber hasta dónde habrían llegado de no haberse encontrado en su camino con un conductor negligente. Ictus no tendrán nunca un libro superventas contando su historia ni serán trending topic, pero son una leyenda de la música de este país. Ojalá este humilde rincón de internet sirva para que nunca se olvide.
PD: El vídeo de aquel último concierto en Moscú está, curiosamente, disponible en Youtube, aunque con una calidad muy mejorable. Podéis verlo aquí a partir de los 26:36 minutos.